17 noviembre, 2007


La quimera de Al Andalus.


Este escrito es de Javier de Hislibris, sobre la utopía de Al Andalus y la mitificación premeditada y metódica que sobre esta tierra ha ido agigantando el islam y su cabeza de puente en España, los pseudo progres, los apátridas, los perdidos y los desamparados por una izquierda que huyó en desbandada de su pensamiento y que ahora se agarra a esta quimera, que como su nombre indica es pura fantasía, pero que estamos sufriendo todos. Es de este año pasado pero su vigencia aumenta día a día.


Si alguien vio estas Navidades un reportaje sobre Granada en “España Directo” (TVE), pudo oír como la periodista hablaba de los musulmanes del Albaicín, que dan a la ciudad su carácter “auténtico” desde la Edad Media, y llevan haciéndolo desde entonces, “ininterrumpidamente”, hasta nuestros días. Disparates como este ¿� y otros menos inofensivos como la búsqueda de argumentos en un pasado mítico con la intención de fundar realidades presentes- llevaron al arabista Fanjul a escribir “Al-Andalus contra España” (libro que me atrevo a recomendar) cuyo relativo éxito dio pie a este otro, concebido más como complemento que como continuación, y con la intención de ofrecer más elementos de juicio y argumentos frente a la marea de tópicos y falsedades políticamente correctas que rodean la historia de al-Andalus y, en general, la famosa convivencia de las tres culturas en la península ibérica.

Hay que decir que el autor es un académico serio y riguroso, aunque el libro esté escrito con vocación divulgativa y sea ameno y fácil de leer, y que los argumentos que ofrece son sólidos y resultan convincentes, entre otras cosas porque están apoyados por textos y documentos de la época en cuestión. El tal Fanjul es catedrático de Literatura Árabe, conoce la época de la que habla, y sobre todo conoce la lengua árabe y el Islam �algo no muy habitual- , lo que hace que desmonte con mucha facilidad las teorías y fabulaciones varias de escritores, periodistas, políticos y hasta cantantes de flamenco, que de todo hay, ya que por lo que parece aquí todo el mundo opina. Si en el libro anterior había pasajes antológicos en los que señalaba los errores de bulto � no pequeños gazapos- de Antonio Gala, en este dedica un capítulo a la novela histórica y deja bastante mal parados a escritores como Noah Gordon, entre otros. No está de más recordar que los autores de los errores venden millones de libros y del que los corrige apenas se sabe quién es. Da que pensar. Claro que la cosa es peor cuando los dislates están publicados por la Universidad de Granada o la Junta de Andalucía, por ejemplo, no siendo el más grande la continua asociación de al-Andalus y Andalucía como sinónimos. Fanjul repite � un poco harto- que la última no existirá, tal y como hoy la conocemos, hasta 1833 y a partir de una reorganización administrativa que unifique la actual Andalucía occidental con el reino de Granada (las actuales provincias de Granada, Málaga y Almería).

En general, las tesis del autor son las siguientes: la singularidad de al-Andalus en realidad no lo fue tanto, como prueban otros territorios, desde Sicilia a la India, que fueron también escenario de avance y retroceso del Islam. Tampoco fue un paraíso, y la llamada “convivencia” de las tres culturas en la península fue en realidad una mera yuxtaposición de comunidades definidas no por su localización geográfica o la pertenencia a tal o cual reino, sino principalmente por la religión, lo que dio lugar a una coexistencia indeseada en la que, a uno y otro lado de la frontera, la religión mayoritaria fue responsable no ya de degollinas periódicas de las otras dos- que también- sino de una situación general de sometimiento de las demás comunidades mucho más próxima al apartheid que a la tolerancia de la que hoy hablamos. Algo que suele escamotearse al recordar los surtidores del Generalife y demás visiones edulcoradas de al-Andalus. Un caso paradigmático es el del judío Maimónides, forzado a convertirse al Islam, exiliado, posteriormente condenado a muerte y, como colofón, exhibido en la Córdoba de nuestros días como ejemplo de la convivencia pacífica entre las tres religiones.

Pero va más allá.: las pervivencias islámicas en la España de hoy son mínimas. En el idioma � tan mencionado en estos casos � los restos del léxico árabe no pasarían de 0,6%, la mayoría referidos a utensilios y usos agrarios que hacen que su vigencia en el castellano vivo sea aún menor. En costumbres, gastronomía, arquitectura, etc, los restos serían mínimos, y en este sentido señala la atribución popular de todo aquello que resulta antiguo en España “a la época de los moros”, desde el arco de herradura visigodo a la teja romana.

Capítulo aparte es aquello de que en España, o en Andalucía, “todos descendemos de los moros”. El autor muestra como el avance de la reconquista y las consiguientes fugas y expulsiones fue seguido de repoblaciones de norteños �santanderinos, asturianos, gallegos, catalanes � que formarían la base de los actuales habitantes del sur peninsular, minimizando los matrimonios mixtos como insignificantes, ya sea por la oposición a ellos de ambas religiones como por el rechazo de ambas comunidades cuando estos eran fomentados desde el poder (como ocurrió tras la toma de Granada). Esa base supone, fundamentalmente, el entronque de esos habitantes con la cultura neolatina y cristiana occidental, en línea con el resto del continente europeo, definida en aquel momento y lugar por oposición al Islam, que no por mestizaje con él. Hablando de los granadinos, en otro lugar decía que “si usted se apellida Gutiérrez, Quiñones o Pancorbo, es poco probable que su antepasado se apellidase Abdherraman”.

El libro tiene otros capítulos destinados a desmontar mitos menores como la afinidad de gitanos y moriscos ¿� por cierto, en su libro anterior ya demostraba cómo el flamenco no tiene nada que ver con la herencia musulmana ¿� o la insignificancia de la emigración morisca a América, por razones obvias. Más interés tiene el capítulo dedicado a responder a esa pregunta de ¿eran españoles los moriscos? Pasados los años en los que se trataba de españolizar a todo aquel nacido en la península, ya fuera Séneca o Viriato, el autor opina que “español” es un adjetivo que no puede utilizarse en propiedad hasta varios siglos después. Lo que sí destaca es que entre los hispanocristianos había un sentimiento - fuera fundado o no � de continuidad con el período visigodo anterior y una voluntad de recuperar una integridad territorial perdida, que se constituye como base de lo que luego sería España. Para el autor, no es solo que ese sentimiento no pudiese existir en al-Andalus, vinculado real y simbólicamente con el resto del mundo musulmán, sino que los musulmanes de la península trabajan activamente en contra de esa idea � como es lógico � y desde luego renegaban de esa España que � a pesar de la traducción fácil- ni mucho menos equivale a al-Andalus. Hay incontables ejemplos en el libro que apoyan esta idea.

El libro tiene más cosas, como el análisis de los viajeros románticos europeos que contribuyeron a forjar el mito (Gautier, Amicis o Merimée, que veían ojos moriscos desde Irún y arquitectura islámica en la puerta del Sol o la Casa de Pilatos) o de los menos conocidos viajeros árabes por una España posterior al XV que les es completamente ajena. También son curiosos los ejemplos de libros de texto de Siria o Iraq y su visión delirante de al-Andalus, y en general la multitud de citas disparatadas de los que, de buena fe o por pura ignorancia, confunden la realidad y el mito.

Me gustaría añadir algo, que no habría por qué decir, pero que quizá sea conveniente: el autor no es ningún reaccionario, ni un defensor de la España eterna ni demás sandeces. Si acaso es, como alguien decía, un provocador necesario. Demuestra ganas de saber la verdad, contar lo que sabe y - eso sí , mostrar su legítima indignación ante tantas patrañas, que no son simplemente despreciadas sino desmentidas con detalle y argumentación. Como ejemplo, diré que al hablar de esa convivencia que algunos quieren basar en un pasado mítico, expone con mesura cómo no hay por qué renunciar a la utopía, sino simplemente ser conscientes del esfuerzo que supone y de que requiere la voluntad de todas las partes implicadas. Algo muy sensato, pero que pide conocer la realidad del pasado, y no dejarse llevar por los espejismos del mito.


2 comentarios:

Schwan dijo...

Sólo he leído de Serafín Fanjul "El mawwal egipcio" porque estaba en casa, y era de mi padre (licenciado en semíticas, aunque se especializó en hebreo y arameo).

El libro era árido, pues se trataba de un análisis a esos diferentes tipos de poemas en lengua dialectal.

Sí que tengo interés, por las múltiples referencias que he tenido de él, más ahora que tú también haces referencia a él; en leer “Al-Andalus contra España”.

Lo pediré a los Reyes Magos ;) y ya te cuento.

Iojanan dijo...

Hoy me he enterado que eres de Granada. Seguramente un gran amigo mio, también especialista en Hebreo, conocería a tu padre, que por la forma de expresarte parece que ya no lo tuvieras contigo. Sí, Fanjul es una persona muy capaz y con una lucidez y sabiduría no valorada del todo, por ir contra corriente.